Reflexiones sobre comercio y espacio peatonal en las Siete Calles

Este artículo no pretende hacer un estudio categórico y definitivo acerca del impacto que sobre la actividad comercial  del barrio ha tenido la peatonalización del Casco Viejo de Bilbao, sino más bien hacer una serie de reflexiones personales, procurando acercarme lo más posible al sentido común, acerca de este espinoso asunto.

Peatones
Peatones

La peatonalización del Casco Viejo se inicia a principios de los años 70 del pasado siglo con el cierre al tráfico rodado de cinco de las Siete Calles: Somera, Artekale, Tendería, Belostikale y Carnicería Vieja, aunque no sería hasta 1980 cuando se declare oficialmente peatonal todo el conglomerado de calles del Casco Viejo de Bilbao. Sin embargo, el conjunto de medidas disuasorias contra la utilización del vehículo privado, con la  intención de acercarse al barrio, no terminaron entonces, habiéndose llegado en la actualidad a una situación en la que resulta imposible detener el coche legalmente en todo el perímetro transitable del Casco Viejo. Asimismo y por otro lado, las zonas más próximas al recinto comercial en las que podemos aparcar un coche, además de estar relativamente alejadas, ofrecen muy pocas plazas de aparcamiento. Serían la calle Prim, Iturribide, Fika o Solokoetxe del lado de Begoña y el barrio de Miribilla y Bilbao la Vieja, en la otra ribera de la ría. Por supuesto, también disponemos de otra opción como es la de aparcar en el Parking del Arenal, asumiendo, claro está, su coste monetario. En esta tesitura, parece que, en principio, el uso del transporte privado para acercarse al parque comercial de las Siete Calles queda descartado por complejo y difícil. Se hace prácticamente imprescindible el uso del transporte público, al menos para las personas que no viven en el entorno accesible andando.

Nadie puede poner en duda los beneficios que proporciona una ciudad peatonal. Son indudables sus ventajas:

  • Reduce la contaminación, tanto ambiental como sonora
  • Mejora la calidad de vida de los viandantes que pueden, de esta manera, disfrutar más y mejor del espacio urbano
  • Es un aliciente más para el turismo, ya que hace más agradable el paseo por las calles
  • Aumenta la seguridad vial
  • Fortalece las relaciones interpersonales
  • Reduce el estrés de habitantes y trabajadores de la zona
  • Favorece la pérdida de peso de los habitantes al verse obligados a caminar más, con lo que mejora su salud, etc…

No obstante, en la gran mayoría de argumentarios favorables a la peatonalización que, para cada caso particular, se utilizan a modo de justificación de proyectos concretos y exclusivos, a esta lista de loables y saludables efectos positivos, se añade siempre el impacto beneficioso que sobre el pequeño comercio local tienen estas medidas de prohibición del tráfico rodado. Y es aquí donde discrepo.

En primer lugar, soy consciente de que, en muchas ocasiones y en determinados núcleos urbanos, las restricciones al tráfico rodado son necesarias e inevitables. De la misma forma, no dudo de los innumerables beneficios que reporta al bien común de la ciudadanía. De lo que dudo, es de que, como aseveran muchos, estas medidas sean beneficiosas para la vida comercial, siempre y en todo lugar . Y de ejemplo, un botón:

«Una calle sin tráfico, sin ruido, bien comunicada gracias al transporte público es una garantía de éxito para los ciudadanos y el pequeño comercio.»

¿Podría la persona que ha escrito esto certificar la frase para el caso concreto y particular de nuestras Siete Calles? Si trazáramos una linea que reflejara el grado de peatonalización del Casco Viejo a través del tiempo, desde los años 70 a nuestros días, y otra que reflejara, para el mismo periodo de tiempo, el desarrollo comercial del barrio, ambas lineas se irían separando progresivamente. Mientras que la primera iría en sentido ascendente, la segunda, sin duda alguna, sería machaconamente descendente. No parece, por tanto, que una calle sin tráfico, sin ruido sería discutible y bien comunicada por el transporte público, sea garantía de éxito para el pequeño comercio. Es cierto y soy consciente, sin embargo, de que estos datos, por si solos, no establecen una correlación entre ambos fenómenos. No podemos establecer una relación de causa y efecto pero, al menos, sí podemos concluir que la peatonalización no garantiza, allí donde se implanta, ni siquiera, el mantenimiento de la vida comercial previamente existente.

Siete Calles Bilbao, peatonalización
Siete Calles Bilbao, espacio peatonal

Y es que el caso de cada ciudad, cada distrito y cada calle, es distinto, aunque, en mi opinión, existen tres factores fundamentales que determinan, en clave comercial, el éxito o fracaso de un proceso de peatonalización, factores que están íntimamente relacionados con la necesidad, siempre subjetiva, de la utilización del vehículo privado en el proceso de compra y que pienso que han influido decisivamente en el declive comercial de las Siete Calles.

  1. Una primera circunstancia que determina la actividad económica de un centro comercial urbano concreto es, en mi opinión, la proximidad o lejanía que el mismo tiene a la zona más cercana transitable en vehículo privado y el grado de dificultad que tiene el acceso a esta zona. No es lo mismo una calle peatonal rodeada de calles transitables en coche, que otra alejada 15 minutos o más del tráfico rodado. Ya hemos visto la contundente realidad que, a este respecto, presentan las Siete Calles; hay otros ejemplos del mismo Bilbao, que nos sirven para ilustrar la segunda alternativa, y que muy bien pudieran ser la calle Ercilla o la Gran Vía, oasis peatonales en el mismísimo centro de la jungla urbana bilbaina. De cualquier forma, también sería necesario apuntar que, en ellas, aunque con la peatonalización se les ha dotado de una importante pujanza comercial, al mismo tiempo, se ha producido un considerable descenso del pequeño y mediano comercio tradicional, que se ha visto sustituido masivamente por distintas franquicias y firmas comerciales sin raigambre local.
  2. Un segundo elemento, estrechamente vinculado con el anterior, y que resulta insoslayable a la hora de abordar el tema que nos ocupa, es el de la existencia de otros centros comerciales alternativos, ubicados en la periferia metropolitana, con un alto grado de afinidad con la cultura automovilística y que son competencia directa de los centros comerciales urbanos peatonales.
    Hoy en día, todos mantenemos opiniones favorables para con el ecologismo, y el respeto al medio ambiente es incuestionable; sin embargo, el uso habitual del coche particular está cada vez más extendido en nuestra vida cotidiana, por lo que no es de extrañar que también el consumidor opte mayoritariamente por el uso del transporte privado para realizar sus compras, sobre todo las concernientes a productos de uso cotidiano y de fondo de armario. Y como cada vez es más escaso el tiempo de que disponemos para comprar, ya que estamos allí…pues aprovechamos y compramos de todo.
    De todas maneras, siempre me he preguntado que si tenemos en cuenta que el acceso a estos centros comerciales supone generalmente para el consumidor hacer unos recorridos en coche más largos que los necesarios para acceder al centro urbano por los mismos medios, no sé si con el cambio habremos conseguido reducir en algo la contaminación o, simplemente, la hemos trasladado de ubicación. Doctores tiene la Iglesia.
  3. Teniendo en cuenta los dos aspectos comentados anteriormente, no parece que la vida comercial de las Siete Calles se haya beneficiado demasiado de su actual estado peatonal. Descartada como está la afluencia en vehículo particular al conglomerado comercial de las Siete Calles, nos quedaría por analizar si su grado de influencia en el entorno más próximo es suficiente para aprovechar todo su potencial. Es decir, si el conjunto de consumidores que descartan el uso del automóvil para realizar sus compras y para los que resulta relativamente asequible acceder a las Siete Calles, bien andando, o bien a través del transporte público, es suficiente para poder mantener abierto el parque de lonjas existentes actualmente en el barrio. A ojo de buen cubero, me parece que no.
    En el Casco Viejo de Bilbao viven unas 7.500 personas, lo que supone un 2% del total de habitantes de la villa y, aunque es verdad que la zona posee un fuerte atractivo, tanto para el resto de bilbainos como para el público proveniente de la provincia y el turismo, lo cierto es que el número de lonjas comerciales cerradas crece cada día. Y es que mientras el ocio no parece estar reñido con la vida peatonal, la actividad comercial sí, como reconoce el propio ayuntamiento:

    «A pesar esta importante atractividad, su actividad comercial se ha visto especialmente afectada por la crisis económica, con una pérdida entre 2007 y 2015 del 23% de los establecimientos comerciales (5 puntos por encima de la media de Bilbao).
    De forma paralela, el número de establecimientos de hostelería ha crecido en el mismo período un 6%, al contrario de la tendencia de Bilbao, en la que la disminución global fue del 8%.»

    Yo diría que la disminución de la actividad comercial del Casco Viejo, sobre todo en las Siete Calles, es muy anterior a la crisis, pero vaya, aunque sea un poco tarde, parece que el Ayuntamiento por fin se ha percatado de la situación y propone una serie de soluciones. Ojalá sirvan para algo y no sea demasiado tarde.

2 respuesta a “Reflexiones sobre comercio y espacio peatonal en las Siete Calles”

  1. Llevo viviendo 25 años en el Casco Viejo y para mi ha mejorado en los últimos tiempos. Lo que ocurre es que ha cambiado. Entonces los vecinos estábamos limitados a comprar en la plaza, que está muy bien , pero no vende jabón ni papel higiénico. También estaba Carrefour con dos pisos , y los que los que llevábamos carrito de niños no podíamos acceder. Hoy tenemos varios supermercados pequeños, pescaderías, carnicerías, panaderías y muchas fruterías para elegir, y para comprar cerca de casa. El resto de comercio ha caído igual que en el resto de zonas, pero el culpable no es un gran centro comercial fuera de Bilbao, que por cierto han perdido también muchos clientes.El culpable es Internet. Y los jóvenes compran por internet, sobre todo por falta de tiempo. Este año por ejemplo, mis hijos me han comprado un bolso por internet, habiendo tres tiendas físicas en Bilbao. Los horarios laborales actuales no permiten que la gente salga de compras. Si la gente sale de trabajar a las 19.30, sólo puede ir a comprar al Corte Ingles , o a un centro comercial que cierra a las 10 de la noche.
    Yo estoy encantada, ahora más que nunca, de vivir en mi pueblito peatonal del Casco Viejo, a pesar del inconveniente tener el garaje lejos de casa, que las entregas sólo pueden ser por las mañanas hasta las 11 y no poder usar el coche apenas en fiestas. Peor son las riadas de orines que pasan delante de mi portal en Santo Tomás , y eso es lo que echa para atrás a mucha gente que no se acerca al Casco Viejo.

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