Están desmantelando la terraza del Mercado de la Ribera
Somos muchos los que sobre la terraza del Mercado de La Ribera hemos hecho comentarios negativos, y es que no parece muy de recibo que un espacio público termine siendo utilizado por un particular de forma exclusiva.

Parece razonable que los establecimientos hosteleros puedan sacar terrazas a la calle, dentro de unos límites, pero lo que no resultaba normal era que se hubiera instalado un nuevo local en un espacio que se supone es de disfrute público y para todos los ciudadanos, porque la instalación que ahora se está desmantelando no se retiraba cuando el bar estaba cerrado, como sucede con cualquier terraza, sino que utilizaba el espacio las 24 horas del día, los 365 días del año. Es decir, la terraza del Mercado de La Ribera se había apropiado del espacio peatonal para su uso y disfrute exclusivo. Eso no es una terraza, sino una extensión del propio bar. La instalación contaba con mostrador e, incluso, cafetera propia.
Al parecer, el local ya había sido multado con 1500 € por el Ayuntamiento de Bilbao y tenía otros tres expedientes abiertos en el consistorio. junto a otro en la Agencia Vasca del Agua / Uraren Euskal Agentzia, URA, y aunque desconozco cuál ha sido la causa que ha motivado el desmantelamiento del establecimiento, la verdad es que resultaba incomprensible que siguiera campeando a sus anchas durante más de un año, cuando a todas luces resultaba inapropiado.
Quedamos a la espera de nuevas noticias y de comprobar cómo se resuelve el contencioso.
Vendedores ambulantes en las 7 calles ¿una tradición recuperada?

Cuando paseando por las Siete Calles vemos puestos de vendedores ambulantes, tal vez pensemos que es una actividad novedosa que nunca hemos conocido por estos lares. Pero podemos acudir a las bilbainadas y nos daremos cuenta de que, sin embargo, y a pesar de que haya estado aletargada durante muchos decenios, no es una actividad tan extraña a nuestra tradición.
¿Qué nos dicen las bilbainadas?
Las bilbainadas, además de constituir una parte importante de nuestro acerbo cultural y festivo, son también una magnífica fuente de información histórica, ya que, en la mayoría de sus temas, las letras guardan una profunda relación con los usos y costumbres de un Bilbao que hoy prácticamente ha desaparecido y que, por lo tanto, desconocemos. Si no fuera por las bilbainadas, nadie se acordaría hoy de que hubo una peluquería en La Plaza Nueva que se llamaba Carbonell, ni de que en Santurtzi hubo sardineras que venían por toda la orilla a vender sus sardinas «freskue» a Bilbao, ni de que hubo un Puente Colgante muy elegante, ni de tantas y tantas otras cosas que nos cuentan estas canciones en sus letras. Pues bien, una de ellas es que hubo un tiempo en que entre La Plaza de los Santos Juanes, Los Arcos de La Ribera y San Antón se apostaban numerosos revendedores que ofrecían sus productos a la población que por allí transitaba y que, en aquellos tiempos, debía ser bastante más abundante que en la actualidad, aunque todavía hoy se puede ver algún que otro revendedor bajo Los Arcos. Sobre todo los días de lluvia, ofreciendo paraguas a los viandantes despistados que han salido a la calle sin él o a los turistas mal avisados del tiempo predominante en nuestra villa.
Así que, aunque nada tengan que ver los artículos que hoy nos ofrecen con los que ofrecían aquellos bilbainos de entonces, ni aunque tampoco sean los mismos lugares en los que ejercen su actividad, bien podemos decir que desde el África subsahariano han venido a recuperar, inconscientemente, una vieja tradición bilbaina perdida durante algún tiempo. Y es que los tiempos mandan y la necesidad también…
Ahí os dejo la letra de la canción tal y como yo la recuerdo, ya que me ha resultado imposible cerciorarme de la existencia de una «versión oficial». Curiosamente, aunque existen muchas versiones de otras bilbainadas, ésta no la he podido encontrar interpretada por ninguno de los clásicos, así que al final os dejo un enlace a Spotify con la versión que nos ofrece «Clave de Folk».
En la Plaza de los Santos Juanes – Bilbainada
En la Plaza de los Santos Juanes,
de Los Arcos hasta San Antón,
Hay revendedores que nunca han pagado
al Ayuntamiento su contribución.
Hay revendedores que nunca han pagado
al Ayuntamiento su contribución.
Venden plumas, chisqueros, relojes
y otras cosas de mucho valor,.
Gracia ya os haría, si fuerais un día,
solo por ver cambiar y ver descambiar.
Gracia ya os haría, si fuerais un día,
solo por ver cambiar y ver descambiar.
¿Quién me compra? ¿quién me vende?,
¿quién me compra este reloj, que procede de un inglés?.
Y el que toma un chiquito en Somera,
una noche pasa en La Galera,
al cho, al cho, al cho, al chorizo le llaman jamón.
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No he encontrado más enlaces a la bilbainada que éste de Spotify con una versión bastante diferente a la que yo he oído de boca a oreja. Espero que sea asequible para todos su audición.
Algunos secretos de la Iglesia de San Antón

Una puerta misteriosa
Un detalle de la iglesia de San Antón que muy poca gente conoce es el motivo de la existencia de una puerta en el lateral de la Capilla de Santa Lucía. Esta capilla es la más antigua de la iglesia y en su momento perteneció a la familia Leguizamón. Lo extraño de la puerta es que debería comunicar con La Ribera, pero en el exterior no existe ninguna puerta aunque, para un observador atento, si se pueden intuir en la pared trazos de su existencia en otros tiempos. Desde el interior y en la actualidad, aunque la puerta se sigue manteniendo en el mismo lugar, lo cierto es que no conduce a ningún sitio, está cegada. Sin embargo, si la abrimos, todavía se puede ver el inicio de unas escaleras que mueren en la pared al poco de iniciarse. Como es sabido, hasta finales del siglo XIX, el edificio del Consulado y Ayuntamiento de la villa estaba anexo a la iglesia de San Antón, pared con pared. Quizás sea menos conocido que, desde finales del siglo XVII, esta capilla pasó a ser oficialmente del Consulado, por lo que, en estas circunstancias y dada la fuerte aversión que las clases privilegiadas tenían en aquellos tiempos a tratarse con el populacho, la puerta servía de acceso privado a la iglesia para los prebostes del Consulado y Ayuntamiento que, como era habitual entre la nobleza, seguían los oficios religiosos desde su capilla privada. Parece ser que los Leguizamón también dispusieron de algún acceso directo a la capilla desde su casa torre de Somera, pero esta sería otra historia.
La terraza de San Antón

También en relación con los vestigios que aún perduran de la antigua ubicación del Ayuntamiento de Bilbao, edificio anexo a la Iglesia de San Antón, podemos fijarnos en la terraza que sirve de techo al atrio de la entrada principal de esta emblemática iglesia. Esta construcción no es propia de la iglesia sino del antiguo Ayuntamiento y Consulado de la Villa, la cual hacía las funciones de palco para asistir a los diversos espectáculos que por entonces se celebraban en la conocida popularmente como «Plaza Vieja». Hay que recordar que aquella plaza hacía las funciones de coso taurino cuando la ocasión lo requería y también era el lugar desde donde partían las procesiones de Semana Santa, así como el sitio donde tenían lugar muchos otros acontecimientos populares. Pues bien, lo curioso de la terraza es que resulta inaccesible desde el interior de la iglesia. Dispone de puerta, pero para acceder a ella es necesario hacer un proceloso itinerario, sin acondicionar, por las zonas más altas del edificio y saltar sobre uno de los tejados del templo, pues es allí donde se encuentra la puerta de acceso al balcón.
El osario de la Iglesia de San Antón

Como ya es conocido, hasta finales del siglo XVIII o principios del XIX, dependiendo de la voluntad de cada municipio, los enterramientos de difuntos se realizaban en el interior de las iglesias. Bilbao será uno de los primeros municipios vizcainos en hacer inhumaciones «extra sacra» y ya en los primeros años del XIX se están utilizando los terrenos del antiguo Convento de San Francisco como cementerio, si bien será el Cementerio de Mallona el que quedará como definitivo de la villa hasta la construcción del actual de Vista Alegre en Derio.
Pues bien, durante las excavaciones arqueológicas que se realizaron en la Iglesia de San Antón con motivo de las obras de acondicionamiento que en ella se llevaron a cabo durante los años 90 del pasado siglo, aparecieron numerosos restos humanos bajo el suelo del templo, restos acumulados durante siglos, como uno se puede imaginar. Estos restos se siguen guardando en el interior de la iglesia, aunque para ellos se buscó una ubicación más acorde con los tiempos y se conservan en el habitáculo que queda bajo la escalera de acceso al coro, vigilados por las imágenes de San Cosme y San Damián, que para algo son los patronos de los médicos.
El órgano de San Antón

Este es un detalle que nos suele pasar inadvertido en gran parte de las iglesias que visitamos y, sin embargo, en muchas ocasiones, como en ésta, los órganos que se albergan en ellas se pueden considerar verdaderas joyas de la música instrumental.
La iglesia de San Antón cuenta con el que tal vez sea el más grande órgano romántico francés de la Villa. construido por Charles Mutin en 1901, digno sucesor de Aristide Cavaillé-Coll al frente de su famoso taller de organería, se trata de un instrumento de una gran calidad, construido según la tradición romántica sinfónica francesa. Por sus teclados han pasado músicos ilustres como Arturo Intxausti, compositor junto a D. Claudio Gallastegi del popular himno a la Virgen de Begoña, «Begoñako Andra Mari».
En la actualidad, el instrumento es tañido por Iñigo de Peque y puede escucharse los sábados por la tarde y los domingos por la mañana en las eucaristías, así como en los eventuales ensayos y, por supuesto, en los conciertos que ocasionalmente se ofrecen en él.
El comercio de las Siete Calles
Hablar del Casco Viejo de Bilbao supone hablar del comercio de las Siete Calles. Tradicionalmente, las Siete Calles de Bilbao han tenido una clara vocación comercial. Los propios orígenes de la villa como principal eje de intercambio mercantil de la lana procedente de Castilla, han transmitido a sus más antiguas calles esa impronta comercial que se ha mantenido a lo largo de los siglos.

En este sentido, y teniendo en cuenta que son las excepciones las que confirman la regla, cada calle tiene unas características propias y singulares que nos permiten diferenciarla de las demás. La actividad comercial, si bien se desarrolla con más o menos incidencia en todo el barrio, se centra básicamente en cinco de sus calles: Somera, Artekale, Tendería, Belostikale y Carnicería Vieja, que son, precisamente, las cinco calles que nacen al pie del Mercado de la Ribera, motor y eje de la actividad del centro comercial.
Importancia del Mercado de La Ribera
El Mercado de la Ribera ha tenido una relevancia fundamental en el abastecimiento de productos frescos de alimentación, no solo para los propios bilbainos, sino también para muchos vecinos de los pueblos que le rodean y dan solera y ambiente a toda Bizkaia entera, como dice la bilbainada. En la actualidad, debido a las crecientes dificultades de acceso al recinto, su volumen de actividad ha decrecido y, tras la última reforma, el mercado de abastos ha quedado reducido a la mitad de su aforo, ocupando el resto del recinto diversos locales de hostelería y restauración. Sin embargo, sigue siendo el principal centro de suministro de alimentos frescos de la ciudad y su entorno. Muchos de sus puestos de venta son tradicionales en la villa, tras varias generaciones familiares al frente de su gestión, y ampliamente conocidos por los vecinos de Bilbao. Por otro lado, la disminución de puestos en el propio Mercado se ha visto acompañada, simultáneamente, por un aumento de los negocios de alimentación en lonjas próximas de las Siete Calles y La Ribera, lo cual resulta realmente paradójico.

El Mercado de la Ribera tiene dos accesos fundamentales: Uno que desde Bilbao la Vieja, La Peña y San Francisco llega al mercado cruzando la ría a través de los puentes de San Antón y el de Ladrillo. Y el otro que, desde la Plaza de Unamuno, que tradicionalmente recogía el tráfico procedente del Txoriherri a través de la desaparecida Estación de Lezama y que ahora recoge el procedente de todo el Gran Bilbao desde la estación de Metro que en ella se ubica, y a través de la calle La Cruz y Portal de Zamudio, accede a La Ribera atravesando las Siete Calles, siguiendo fundamentalmente el camino más directo de Artekale y Tendería, lo que hace que estas dos calles sean, de las siete, las más comerciales. Más minoritario es el acceso desde El Arenal a través de las calles Correo y Bidebarrieta y que por la Plazuela de Santiago va hacia La Ribera por Carnicería Vieja o Belostikale.
Como se ha podido ver, la entrada al Casco Viejo por la Plaza de Unamuno es una de las vías más transitadas de acceso a las Siete Calles y está estrechamente relacionada con la visita al Mercado de la Ribera, lo que provoca que la actividad mercantil de las Siete Calles y la del mercado de abastos estén íntimamente vinculadas. Los dos ámbitos comerciales se han complementado históricamente a la perfección y podemos considerar que esta relación ha tenido no poco que ver con la evolución de los nuevos usos dados en la actualidad a los locales comerciales.

En otro orden de cosas, la particular idiosincrasia de la construcción inmobiliaria en estas calles hace que los locales comerciales no sean de grandes dimensiones, sino más bien de tamaño medio o pequeño, por lo que el comercio que en ellas se ha ubicado ha sido tradicionalmente familiar. Los grandes almacenes mayoristas que, en algún tiempo, proliferaron en la zona, fueron ampliando su superficie a costa de los pisos originalmente destinados a vivienda., aunque en la actualidad esta sea una práctica casi inexistente.
Estos dos factores han confluido para que, sin temor a equivocarnos, podamos considerar el comercio de las Siete Calles, por volumen y concentración, como el más genuinamente bilbaino. Un gran centro comercial de bilbainos y para bilbainos, y en el que brillan por su ausencia franquicias y grandes superficies, aunque, como ya se sabe, son las excepciones las que confirman la regla.
El comercio de las Siete Calles
Aunque en Artekale y Tenderia han predominado, tradicionalmente, las tiendas de consumo más generalizado: tiendas de moda para señora y caballero,, zapaterías, lencerías, ropa de hogar, mercerías, droguerías, etc… en la actualidad, como ya hemos esbozado anteriormente, la realidad es bien diferente y en estas calles se ha experimentado una profunda renovación. Junto a negocios de toda la vida, nuevos emprendedores han abierto sus tiendas ofreciendo artículos de una gran diversidad de sectores, y es que, aunque se ha producido un incremento considerable de los locales dedicados a alimentación y artesanía, al mismo tiempo se ha generado una oferta comercial mucho más diversificada que la anterior.
La calle Somera, una de las zonas de mayor tradición chiquitera, se puede dividir actualmente en dos zonas diferenciadas. Una que va desde el Portal de Zamudio hasta el cantón de Sota y en la que predominan los locales de hostelería, básicamente bares, que alternan su espacio con diversas tiendas de estilos innovadores entre las que caben destacar las dedicadas a marroquinería, ya que pudieran mantener cierta relación de continuidad con la famosa y ya desaparecida tienda de «Curtidos Calle». En la segunda zona, del cantón de Sota hasta la Ribera, destacan algunos negocios clásicos, de larga tradición histórica en el Casco Viejo, los cuales se alternan con otros de más reciente creación.

Belostikale y Carnicería Vieja son, de las siete, las calles más cortas, ya que quedan limitadas por La Catedral y su plazuela respectivamente. En ellas han predominado, tradicionalmente, los negocios de más alta especialización, comercios dedicados a un consumo menos generalista. No obstante, en la actualidad, ambas calles han seguido caminos muy distintos, y así, mientras en Belostikale se mantiene, proporcionalmente, el mayor número de comercios tradicionales, algunos de ellos únicos en la villa, Carnicería Vieja ha sufrido una profunda transformación en los últimos años, albergando en la actualidad una gran mayoría de comercios innovadores de reciente apertura.
Como ya hemos indicado anteriormente, Barrenkale y Barrenkale Barrena siempre han tenido una mayor vocación hostelera, habiéndose mantenido en sus locales la larga tradición chiquitera que han tenido desde antaño. No obstante, también se ubican en ellas algunos comercios muy apreciados por los vecinos del barrio.
Otras calles aledañas
En este recorrido por el comercio de Las Siete Calles no podemos olvidar a las calles Ronda y Pelota, donde también se constata la actividad comercial y hostelera, y aunque no pertenezcan estrictamente a Las Siete Calles comparten con ellas una profunda relación de afinidad.
En definitiva, el comercio de las Siete Calles ha sufrido una profunda transformación en las últimas décadas y, a día de hoy, podemos encontrar una amplísima variedad de establecimientos: desde aquellos de toda la vida, que mantienen en la actualidad, y cada día con más pujanza, su actividad comercial en sectores casi desaparecidos en otras zonas y ciudades, a los más nuevos e innovadores, que también, en muchos casos, son únicos y bien diferenciados. Si te gusta el pequeño comercio local, distinto y alternativo, las Siete Calles son el lugar ideal para pasear viendo escaparates, tomarte un aperitivo o merendar mientras disfrutas de su incomparable ambiente. Te esperamos.