7 Calles, una película rodada en el Casco Viejo de los años 80
Películas rodadas en Bilbao
Las más antiguas
Son ya unas cuantas las películas en las que Bilbao aparece como escenario, no obstante, creo que ninguna de ellas, como ésta de la que voy a hablar, está tan vinculada al bocho y a su Casco Viejo. Recuerdo, por ejemplo, la serie de TV «Los Camioneros», en la que, en algún capítulo, aparecían paisajes de Bilbao de fondo. Incluso ya antes, en el largometraje titulado «El Gran Galeoto», película rodada en 1951 y cuyo argumento se desarrolla en el siglo XIX, aparece de fondo la Plaza Nueva con sus míticas palmeras y el kiosko que, en aquellos años, ocupaba el centro de la plaza y que allí conocimos hasta la construcción del parking que existe en la actualidad para uso vecinal.
Siglo XX
Posteriormente, también otras películas rodaron en Bilbao algunas de sus escenas. Es el caso de «La casa sin fronteras», estrenada en el año 1972, obra del bilbaino Pedro Olea. También de los años setenta, «No es bueno que el hombre esté solo», de 1973, con José Luis López Vázquez. Más tarde, en la década de los 80 se pueden citar «Adiós pequeña» , producida en 1986 y dirigida por Imanol Uribe, con Ana Belén y Fabio Testi de protagonistas; es famosa la escena de este filme en la que un coche salta sobre el puente de Deusto abierto.
Las más modernas
De 1999 es «El mundo nunca es suficiente», con la mítica escena de James Bond saltando por la ventana de una casa en los alrededores del museo Guggenheim, con Pierce Brosnan en el papel del invencible espía británico. Más recientemente, ya en el siglo XXI, incluso el cine de Bollywood ha desembarcado en Bilbao y ha usado nuestra villa como fondo de algunas escenas, como es el caso de «Shivaji: The Boss», del año 2007. «La máquina de pintar nubes», de los bilbotarras Patxo Tellería y Aitor Mazo, también se rodó en Bilbao, en el año 2009. Del mismo año es «Pagafantas» que transcurre íntegramente en la villa y en la que se pueden reconocer diferentes calles y zonas de Indautxu. De 2014 es «Fuego», de Javier Marías, con José Coronado de protagonista y en la que se rodaron algunas escenas en la calle Ronda. También habría que citar «Jupiter Ascending», la película que grabaron los hermanos Watchonsky en Bilbao en el año 2015. Y para finalizar, la última, «Gernika», de Koldo Serra y del año 2016.
7 calles
Sin embargo, no creo que en ninguna de ellas Bilbao se pueda considerar como protagonista. No sucede lo mismo con «7 Calles», la película de la que quería hablar en este artículo; y es que hasta en su título rinde un merecido homenaje a Bilbao y sus 7 Calles más antiguas. Hay que reconocer que la marca tiene su encanto. Tanto es así que, con posterioridad, otras cintas han utilizado el potencial comunicativo de la palabra «calle» acompañada de un cardinal, como es el caso de «16 Calles». Y quién sabe, a lo mejor se le podían reclamar derechos de autor a Bruce Willis…
Parece que en la película, al igual que sucede en la tradición bíblica, el número 7 posée un significado especial o, al menos, es la conclusión a la que se puede llegar al leer el resumen que del filme hacen en Filmaffinity:
«En el casco antiguo de Bilbao se suceden varias historias de siete personas a lo largo de siete días.»
Dos amigos, interpretados por Enrique San Francisco y Antonio Resines, están enamorados de la misma mujer que regresa de París con la intención de embarcarse en un viaje alrededor del mundo. Otro de los personajes es un joven director de documentales que está en pleno rodaje de uno sobre el Casco Viejo de Bilbao y sus personajes más peculiares, como son un antiguo boxeador, en la actualidad implicado en asuntos turbios y una madura actriz de teatro sin trabajo, papel interpretado por la tristemente fallecida Mariví Bilbao, quien vive en una lúgubre mansión, donde convive, habla y ensaya en euskera con la colección de maniquíes que allí conserva. Todos estos personajes se verán involucrados, de una u otra manera, en el atraco a una joyería, lo que se convertirá en el hilo conductor de la trama argumental.
Los escenarios
La cinta es del año 1981 y debe estar en la actualidad fuera de los circuitos comerciales o, al menos para mí, ha sido imposible encontrarla. He podido visionarla gracias a la amabilidad de Videoclub Filmoteca Lumière Belostikale que me la prestó de su colección particular.
El filme se desarrolla casi en su totalidad en el Casco Viejo de Bilbao, en el que adquiere principal protagonismo, como no podía ser de otra manera, la ría. Aunque algunas de las escenas se han rodado fuera del ámbito de Las 7 Calles y se pueden reconocer, en diferentes escenas, lugares como el café Iruña o la zona de Bilbao la Vieja, el clima general de la película refleja con bastante fidelidad el ambiente del Casco Viejo de los años 80. Se pueden reconocer calles como Bidebarrieta, la Plaza Nueva o La Ribera, aunque en otros escenarios se me haya hecho difícil identificar la localización. Como curiosidad, me ha llamado mucho la atención cómo en las calles aún se conservaban las angostas aceras de entonces, cuando todavía estaba comenzando su peatonalización.
Créditos
La película, dirigida por Juan Ortuoste y Javier Rebollo, se basa en el guión escrito por ellos mismos y producida por Lan Zinema, la productora de la que los dos eran también responsables. La fotografía es de Guillermo Moliní y la música de José Nieto. También intervienen como actores Patricia Adriani, Mikel Albisu, Manuel Bilbao, Julio Maruri e Iñaki Miramón.
Crítica
Sin ser un entendido en cine, a mí la película me ha gustado, aunque parece que no tuvo mucho éxito en su momento, como se comenta en Auñamendi Eusko Entziklopedia – Fondo Bernardo Estornés Lasa:
«La realidad es que no se consiguió ensamblar tramas tan diversas generando un problema grave de dispersión argumental. Es en todo caso una película con un acabado formal intachable, impropio de un film debutante. Inauguró, además, dentro de la cinematografía vasca de los ochenta, una estética urbana poblada de personajes perdidos, acosados por una asfixia existencial -una metáfora, por otra parte, del ambiente generado en Euskal Herria por el conflicto político- que se repetiría en el futuro con mayor o menor acierto. En medio de un momento sumamente convulso se atrevieron a ironizar sobre la situación socio-política del País Vasco. En una escena se inserta el sonido de una sirena policial. Cuando todo parece que va a degenerar en una violenta algarada aparece en un plano detalle un coche de policía de juguete controlado por un niño. Este tipo de bromas no despertaron la complicidad de una opinión pública demasiado sensibilizada con la dura realidad que vivía el País Vasco de finales de los setenta y principios de los ochenta.»